martes, 4 de agosto de 2009

“PASA PALABRA, PASA QUÉ..”


El tan nombrado dicho de “el tiempo es oro”, no me cabe duda que tiene su verdadero fundamento en el aprovechamiento del tiempo para hacer algo productivo. Si en algún medio esto es cierto, es en la televisión donde cobra su mayor valor. Los informativos de todas las cadenas luchan para aumentar las audiencias, tratando de ser los más veraces y dando la mayor cantidad de noticias en cada programa. A veces, no importa mucho el tema de las mismas, sobre todo, cuando en verano llega un cierto relax informativo. Pero lo cierto es que si en el tiempo de duración del informativo pueden meter más noticias, pues mejor. Hay también ciertos programas donde los presentadores o conductores de los mismos, tienen que hablar a una velocidad muy considerable. Por ejemplo “Pasa Palabra” de Telecinco. Programa que sigue teniendo bastante éxito a pesar de los cambios de presentador. Ambos programas los he podido estudiar en esta aspecto, me refiero a la velocidad a la hablan los presentadores y sorpréndase, se puede llegar a una velocidad de 180 palabras por minuto. Para que se hagan una idea, la velocidad a la que habitualmente hablamos, o a la que hablan el resto de los programas está situada entre 140 y 150 palabras por minuto. La pregunta resulta obvia, ¿Qué levante la mano quien pueda comprender las parrafadas que dice el presentador del programa “Palabra”? Pocos, creo yo, levantarían la mano.

Están locos. Creo que se han contagiado de estas prisas que nos rodean por todos lados. Se confunde la productividad con la prisa, el rendimiento con la rapidez, la información con la cantidad de noticias en la unidad de tiempo, la comprensión de la información con comprimir las mismas. En fin, un dislate que venimos sufriendo y padeciendo los que vamos a cumplir los 65 años.

Estoy por pensar que quizás el lector que no tenga esta edad, podrá decirme que ya vamos para viejo. Es probable que haya algo de cierto en esta opinión, pero no puedo resistirme a reflexionar sobre la cuestión y sobre algunas razones que seguramente van a matizar esta apreciación un tanto precipitada.

Más o menos, cuando cumplimos los 60 se nos pueden presentar una serie de deficiencias que no nos llegan a discapacitar, pero que mediatizan y pueden caracterizar nuestras relaciones y sobre todo, el procesamiento de la información que percibimos. La vista y el oído se van deteriorando y así mismo, nuestro cerebro, cada vez con menos neuronas, mediatizan inexorablemente todos los “inputs” de información que le llegan de los sentidos y de las percepciones. En la vida cotidiana, podemos hacernos una idea de esto cuando vemos a una persona anciana que está viendo la televisión y nos pregunta, ¿Qué está diciendo el presentador? Aparentemente no tiene problemas de audición y de visión, lo ha oído y lo ha visto, pero lo cierto es que no ha comprendido lo que dice le presentador del programa de televisión. Lo peor de todo esto, para las televisiones, es que nuestra sociedad es cada vez más vieja, más anciana. Sin embargo, este tipo de programas no están pensados para estas personas. Llegará el momento en que se quedarán si audiencia. Llegará, seguro, si no cambian.


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